El rito presupone la sinceridad del sentimiento.
Recopilado de LUEN-YU
La acción del rito en la formación del hombre es secreta; previene el mal antes que éste se presente; aproxima al bien y aleja del mal de manera insensible, sin que uno lo advierta.
LI-KI
Mémoires sur les Rites
El ritual en todos los dojos de Aikido propone a los practicantes siempre el mismo conjunto de ademanes, de signos que facilitan las relaciones y terminan siempre por ser comprendidos como el deseo común de obedecer a un orden válido para toda la comunidad al mismo tiempo que para cada uno de sus miembros. El practicante tiene entonces la impresión de colaborar de manera eficaz en la búsqueda común sin sacrificar por ello el propio progreso. El número de las reglas tradicionales en la práctica de un arte marcial no tiene, de acuerdo con el espíritu oriental, otra meta que la de permitir a cada cual obtener el mejor partido del propio temperamento, de su vida de ser individual y social a la vez.
En Aikido, que se distingue de todas las artes marciales conocidas hasta entonces por su ausencia de reglamentación, los ritos adquieren una importancia esencial.
Practicar un arte marcial y, lo que es más, un arte marcial que no se propone sino técnicas de defensa, supone la adquisición de un método y un espíritu que permitan hacer frente con calma a toda especie de ataque, a toda especie de «puñalada traicionera». De acuerdo con el espíritu del Aikido, la adquisición y el dominio de estas técnicas no deben conducir a responder a todo acto de violencia con otro acto de violencia, semejante en su intención y su realización. Aparte del aspecto peligroso de semejante en su intención y su actitud belicosa, agresiva y violenta de los antagonistas conduciría en la dirección opuesta a la que ofrece el Aikido. En el caso de un combate, de una agresión, el Aikido propone devolver, en la medida de lo posible, las cosas a un estado de equilibrio, de orden, por cuanto toda querella, todo combate, es fuente de desorden. Por la competencia técnica de sus practicantes, su comportamiento y su mentalidad, el Aikido pretende lograr el cese del desorden y la violencia.
No se trata solamente de obtener una victoria sobre el otro corriendo el riesgo de destruirlo o dañarlo, sino de combatir con miramiento, sin violencia ni crueldad teniendo por objetivo no ya asegurar la propia salvaguarda a no importa qué precio, sino lograr una reconciliación obteniendo en primer lugar una victoria sobre sí mismo, el propio egoísmo, la propia dureza, la propia violencia que puede surgir en uno cuando es agredido, y actuar con firmeza sobre otro para devolverlo a la buena senda.
Practicar el Aikido es combatir a veces con extremada dureza, pero siempre co espíritu de conciliación. No se trata ya de combatir el uno contra el otro con espíritu de destrucción, sino combatir con el otro, juntos, intentando ganarle.
¡Ganar a un vencido!¡Vaya empleo de la palabra «ganar»!… Cuando decimos que se gana una victoria, entiendes enseguida la violencia habida en el combate; pero si decimos que se gana a alguien, se le gana para la propia causa: ¡qué infinita dulzura reina en esta expresión!… ¿Quién prodría pensar en este caso en una lucha? Para toda lucha hacen falta dos adversarios, y en ese momento no hay en él más que uno sólo: el hombre sin amor.
KIERKEGAARD
Vida y reino del amor
El comportamiento disciplinado y dominado del practicante de Aikido le permite conservar un equilibrio justo y correcto en todas las situaciones, frente a todas las desviaciones. La búsqueda de una autoridad sin dominio que no suscite el deseo de rebelión parece beneficiarse, en la práctica del Aikido por la presencia de la etiqueta y todo un conjunto de ejercicios rituales; la primera contribuye a inculcar el propio respeto y el respeto de los demás, los segundos, a facilitar la integración de los individuos y los comportamientos en el sistema del universo en el que predominan el orden y la armonía.
La práctica de la etiqueta no parece indispensable a los ojos de todos; es prueba de una actitud conformista y aun desentendida para algunos, cuando no la consideran reaccionaria. Sin embargo, la etiqueta, como los ejercicios rituales, tiene su razón de ser en un arte marcial, sea la expresión de una cierta cortesía, de una actitud correcta en el combate, o la expresión del deseo de autorregularse sobre el plano del comportamiento, o sobre el plano psicofisiológico. Los dos ponen las esperanzas en equilibrar al individuo sin nunca aislarlo de la sociedad -y, para comenzar, de la comunidad del Aikido- ni de la naturaleza. Ese es el sentido que es preciso darle a la etiqueta y a los ejercicios rituales que, poco a poco, han ido desapareciendo de la mayor parte de las artes marciales en el Occidente, donde sólo se ejecutan superficialmente, convirtiéndose así en los vestigios inútiles de una tradición.
El respeto a la etiqueta, como la práctica de gestos rituales, permiten en cierto modo una manera de ser para sí, tanto en las relaciones que se mantienen con los demás, como con el mundo. Comportarse bien con los demás en todas las ocasiones, sean éstas buenas o malas, es ya un perfeccioanmiento moral y basta para crear una superación en el individuo. Permite sumar, todo a lo largo del difícil recorrido que es el Aikido, el ser bien al bien hacer. El saludo que se hace en pie (Ritsurei) frente al compañero que se ha escogido para «combatir» no es sólo una actitud superficial. Reminiscencia del «bushido» quizá, forma parte del ritual que, cuando se le abandona o no corresponde ya a una verdadera educación moral, convierte los combates sobre la alfombra en pugilatos o grescas callejeras. Es una de las formas exteriores del respeto profundo que se tiene por los adversarios o los compañeros.
Pero es también la afirmación del dominio que se tiene sobre el propio cuerpo y las propias facultades. Es la afirmación de que la avidez, el deseo de vencer a cualquier precio, la tendencia a no ceder, o la violencia, no prevalecen sobre la voluntad de batirse con lealtad. Atestigua que el espíritu rige al cuerpo.
Es en este sentido que se debe comprender la etiqueta y los ejercicios rituales en Aikido. No tienen otro objetivo que el de preparar al combatiente a comportarse bien, y, para retomar un pensamiento de Inazo Nitobe en el Bushido, l’âme du Japon:
… a cultivar vuestro espíritu de manera tal que, aun cuando estáis sentados tranquilamente, ni al más grosero de los patanes se le ocurra la idea de atacaros.
AIKIDO – UN ARTE MARCIAL (Acceso a otro modo de ser)
André Protin
Ed. OCEANO (Colección Universo Interior)