Aikido, una herramienta para enfrentar la vida

Tengo por costumbre preguntar a mis alumnos, luego de cierto tiempo transcurrido, qué los motivó a llegar a la práctica de Aikido. Las respuestas son diversas como diversas son las situaciones sociales, económicas, psicológias y también sus edades. Pero la mayoría tiene un objetivo en común. El deseo de encontrar una mejor forma de vida. Al decir “mejor forma de vida” se refieren a encontrar una manera de convivir más armónicamente en esta sociedad alocada en la que todos estamos inmersos.

Al preguntarme si podrán lograrlo respondo enfáticamente que sí podrán lograrlo, dependiendo el resultado del interés que cada persona ponga en su práctica. Pueden conseguirlo no porque Aikido sea algo mágico, sino porque ayuda a descubrir la magia que cada uno de nosotros poseemos. Los objetivos se irán logrando en la medida en que aceptemos ciertas reglas o principios que este arte marcial exige.


Regla Número Uno.- Reconocernos y aceptarnos tal cual somos. Los movimientos de Aikido son tan simples, tan naturales, tan lógicos, que cualquier observador piensa “…esto es muy facil”. Cuando ese observador pisa un tatami el instructor le explica paso por paso los movimentes de una técnica. El alumno capta todo lo que se le explica; su cerebro grabó cada uno de los movimientos. El problema comienza cuando el cerebro ordena ejecutar esos movimientos que son “tan lógicos, simples y naturales”. La mente ordena una cosa y el cuerpo hace otra. Este es el comienzo de los conflicos individuales que ha de encontrar el alumno en su práctica, se siente torpe en sus movimientos y no logra realizar lo que se le demuestra.
Esta sistuación provoca vergüenza o enojo en él según sea su carácter. Es tarea del instructor hacer comprender al alumno que debe quitarse las estructuras que arrastró durante su vida. Sucede que la sociedad nos llena de conceptos a través de nuestra existencia que nos condicionan para actuar de la forma menos conveniente. Es muy frecuente escuchar “…si sos blando te pasan por ensima”, “quien pega primero, pega dos veces”, “…nunca debes retroceder”. Sin embargo en ciertas ocasiones retroceder o dar un paso al costado significa avanzar, ya que si evitamos el choque podemos continuar hacia nuestro objetivo.


Regla Número Dos.- Relajación y sensibilidad.
Una vez asumido que un cuerpo rígido, ir al choque u oponer fuerza a otra fuerza no se compadece con las técnicas de Aikido, debemos aprender a relajarnos. Si logramos cierto estado de relajación nuestros movimientos son más rápidos y fluídos y adquirimos más sensibilidad con respecto a nuestro atacante (uke). Este estado nos permite “sentir” al uke y saber si debemos al realizar una técnica, dar un paso al costado (irimi) o retroceder (tenkan) y así poder unirnos al uke y redirigirlo a nuestra conveniencia.
También al adquirir esa sensibilidad podemos controlar nuestros movimientos y darnos cuenta a partir de que momento existe el riesgo de lastimar a nuestro compañero de práctica, ya sea en una proyeccion o una retención. No olvidemos que las técnicas de Aikido son sumamente peligrosas. De la misma manera cuando somos atacantes (uke) debemos llegar a ese estado psico-físico pues la única manera de evadirse de una técnica es percibiendo qué movimiento a de ejecutar el atacante (nague) y así armonizar con esté en su técnica.


Regla Número Tres.- Desarrollar nuestras solidaridad hacia los demás. Durante una práctica si actuamos como atacante (uke). Ofrecemos permanentemente nuestro cuerpo para que el otro aprenda. Sabemos que al realizar una técnica puede llegar a causarnos cierto dolor o incomodidad, pero es la única manera de que nuestro compañero aprenda. Si nos negamos a esta situación cortamos el aprendizaje de nuestro compañero y limitamos también nuestro crecimiento como aikidokas y como personas. En Aikido nos necesitamos unos a otros para que juntos logremos avanzar creciendo día a día.
Muy ocasionalmente se dan casos de personas que, quizás creyendo que su aprendizaje será más rápido, tal ves porque duden de la eficacia de las técnicas y por eso las realizan con demasiada potencia o lo que es peor porque les guste exhibirse desparramando gente para todos lados. Lo cierto es que no tienen en cuenta a su compañero de práctica, circunstancia en la cual pueden llegar a lastimarlo. O’Sensei Ueshiba, creador del Aikido, puso ciertas pautas para el aprendizaje y desarrollo del Aikido, quien no se atenga a ellas no llegara nunca a ser un buen Aikidoka.


Regla Número Cuatro.- Ser derrotado sin sentirse vencido.
La frase parece incongruente pero no es así. Toda ves que en una práctica somos atacantes (uke), terminamos con nuestro cuerpo en el piso. Sucede que al atacar y no lograr el objetivo quedamos a merced de aquel a quien atacamos para que entre en técnica. En una fracción de segundo nuestra situación cambia totalmente, pasando de ser atacante a ser subyugado. Por lo tanto debemos asumir esta sitaución y salir de ella haciendo un ukemi (caida), salvando de esta forma nuestra integridad física y así poder levantarnos para atacar nuevamente. Esto se repite decenas de veces por cada práctica lo que hace que lleguemos a la conclusión de que todos somos falibles, cometemos errores o podemos perder; pero así como tantas veces caemos, otras tantas nos volvemos a levantar.

Esta actitud asumida nos sirve para fortalecernos ante las dificultades que la vida nos presenta cotidianamente.

A medida que el alumno incorpora los principios antes mencionados comienza a modificar actitudes reconociendo y valorizando a sus semejantes como así mismo, dando a cada cosa la importancia que está merece evitando conflictos innecesarios y sobreponiéndose a aquellos que son inevitables.

Revista – Yudo Karate (N°226 – 1999)
Entrevistado: Sensei Omar Parma.

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